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Es lo que tiene comer al aire libre, que siempre hay alguna
mosca obstinada en sumarse al festín al tiempo que se burla de tu inútil
manoteo defensivo. Esta avispa, en cambio, tuvo la cortesía de no iniciar su incursión
de reconocimiento hasta que dimos buena cuenta del arroz. Y ahí estuvo dándole
vueltas a los pocos granos que sobraron y libando el jugo residual de las almejas. Mientras hacía la foto, cuidando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera molestarla, pensé en cómo cambian las relaciones entre las especies cuando vas por ahí con una hipodérmica cargada de veneno en el culo.