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(Isla Cristina) |
Este es el terrible castigo que se les impone a los campanarios cuando se hacen viejos: rodearlos de una densa red de andamios, como si de una tosca cárcel se tratara, y quitarles las campanas dejándoles sin voz, condenados al silencio y privados del ajetreo cotidiano de los gorriones y las cigüeñas.