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El florido kalanchoe, ávido de sol, dirige todo su esplendor hacia la ventana y envidia al sedum que hay sobre el alféizar, al otro lado del cristal, porque este disfruta de un mar de luz. A su vez, el sedum del exterior envidia la situación protegida del kalanchoe que lo resguarda del viento y las heladas. No hay quien los entienda.