De puntillas

Sé que esto va en contra (una vez más) del principio de inmovilidad de los árboles, pero juro que esta encina se movía. Muy lentamente, eso sí, como si tuviera que planear meticulosamente cada pequeño paso, pero se movía. Cuando regresamos por el mismo camino, después de varias horas, ya no estaba allí.